Un reconocido y prestigioso médico japonés, dio detalles de la posible cura del cáncer. Una de las cosas que Tasuku Honjo (Kioto, Japón, 1942) ha aprendido a lo largo de su extensa carrera es que un científico nunca debe dar nada por sentado. Hay que corroborar cada dato, cada paso que se da en el laboratorio. Por eso, cuando en octubre de 2018, recibió una llamada desde la Academia Sueca que le informaba de que acababa de ganar el Premio Nobel de Medicina, no lo dudó y pidió un correo electrónico de confirmación.
“Hoy se compara con el descubrimiento de la penicilina”, señala Honjo. “Pero al principio recibimos mucho rechazo, nadie quería participar en los ensayos”, reconoce.
Fue en 1992 cuando el científico japonés descubrió una proteína en las células inmunitarias (PD-1 o proteína 1 de muerte celular programada) que funciona como un freno de las defensas del organismo. “Enseguida vimos que sería una buena diana contra el cáncer”, señala.
Hoy, distintos fármacos que “liberan” ese y otros frenos de las defensas y las “despiertan” para que combatan al cáncer se emplean ya en tumores como el melanoma, el cáncer de pulmón, el de mama o los urológicos, entre otros. Pero no son infalibles. De momento, sólo responde al tratamiento alrededor de un 30% de los pacientes.
“La gran pregunta a la que nos enfrentamos es por qué la terapia no es efectiva en muchas personas”, señala Honjo, que, desde su laboratorio en la Universidad de Kioto, sigue tratando de encontrar respuestas a esa pregunta.
“Creo que una de las claves está en la capacidad del sistema inmune de cada paciente. Algunas personas, cuando tienen gripe, sólo sufren tos y estornudos; mientras que otras llegan a estar graves. Son respuestas muy diferentes a la misma patología, por lo que sabemos que hay una clave en nuestro propio cuerpo”, ejemplifica.
Una de las estrategias que Honjo explora para mejorar la efectividad de la inmunoterapia pasa, precisamente, por fortalecer a las células inmunitarias del propio organismo. “Muchos grupos están tratando de mejorar la eficacia mediante la combinación de inmunoterapia y quimioterapia o radioterapia”, expone. “Nosotros también apostamos por una combinación, pero de inmunoterapia anti PD-1 con moléculas que se dirigen a la actividad de los linfocitos. Cuando un linfocito reacciona ante un antígeno, necesita mucha energía para proliferar de forma rápida. Nosotros estamos tratando de potenciar la producción de esa energía; de hacerles más fuertes”, explica.
“Estoy convencido de que nosotros u otros grupos conseguirán que la inmunoterapia funcione mejor y la mayoría de los pacientes podrán beneficiarse de ella. La cura contra el cáncer vendrá de la inmunoterapia”, sostiene.
El científico japonés reconoce que cuando empezó a investigar en inmunología “no buscaba una cura contra el cáncer”.
“Mi objetivo principal era entender los mecanismos del sistema inmunitario”, continúa. Sin embargo, como en otros casos, la ciencia básica le llevó a mejorar la vida de los pacientes, una de las “mayores satisfacciones” que da su trabajo.
En su laboratorio, Honjo guarda una botella vacía de un Vega-Sicilia de 1962 que su equipo abrió en 2000, tras identificar una enzima clave para la diferenciación de los anticuerpos, la AID. La etiqueta está firmada por todos los investigadores que formaban parte de aquel grupo, en recuerdo de un momento “Eureka” que esperan repetir pronto.
“Los mecanismos moleculares del funcionamiento de AID siguen debatiéndose. Llevamos discutiendo este asunto casi 20 años. Pero creo que podremos dar una respuesta definitiva pronto. Y entonces abriremos otro Vega Sicilia”, celebra Honjo, quien asegura que “la curiosidad y el valor para enfrentarse a retos” son las cualidades que debe tener todo buen científico.